Mi generación creció viendo un Oviedo de Primera, asentado en el fútbol español, y apegado a los nombres de Radomir Antic, el malogrado Dubosvky y el sempiterno Oli, inevitable sinónimo de gol allá donde jugase. También reluce en la memoria la calva de Viktor Onopko, el orden de Paulo Bento y los regates de Dely Valdés. Por no hablar de los viajes europeos con Lacatus, Bango o el mítico Robert Prosinecky. Así era el Oviedo, el gran equipo del Principado que miraba de reojo y sin envidia al vecino del Sporting.
Dos décadas después, el Oviedo sigue siendo juez y parte, aunque ahora le toca lidiar en Segunda B, entre el barro y el silencio informativo. Así se presentó ayer en Butarque, con José Carlos Granero como nuevo entrenador y como principal candidato para amenazar la segunda posición al Leganés. Imagínense ustedes, Butarque no cabía de gozo tras el partido (1-0), resuelto --como siempre-- al son del esfuerzo y el trabajo, al ritmo de la insistencia para hacer desaparecer las diferencias que establece el maldito dinero.
Los asturianos, con 2,6 millones de euros de presupuesto, viven asfixiados por la exigencia de pelear la primera plaza. Los Cervero, Fran Sol, Manu Busto y Mantovani son todo un lujo para cualquier club de la categoría de bronce. Y esto hay que saber gestionarlo. Ya conocen aquello de los gallos en el mismo corral. El Lega, en la sombra desde el minuto uno, se ha olvidado del presupuesto (300.000 euros) para plantarse --a nueve jornadas del final-- en una segunda posición que pinta el mundo de color de rosa.

FOTO 1: Rubén Gutiérrez
FOTO 2: Roberto Batres/Twitter
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