Desprendía la tarde acordes de guitarra lentos, muy lentos. Toledo era el primer listón que derribar en el debut de Víctor en el banquillo. El pobre tenía un lío en la cabeza que no veas. ¿Y quién no en su lugar? Hace una semana levantaba sus medias hasta la rodilla, apretaba las botas y pisaba el césped poniendo su mirada en la portería. La liturgia de un delantero al servicio del gol. Un jugador mayúsculo que regresó al Salto del Caballo 17 años después para dejar su sello en la primera experiencia como entrenador. Víctor, de camisa y vaqueros, ya sabe lo que es sufrir sin poder sin partícipe, sin poder meter la pierna.
Tampoco hubiera podido aunque hubiera querido. "No tengo ni el carné", dijo con timidez el '21' en rueda de prensa, quien verá todos los encuentros desde la grada a no ser que el club opte por acudir a los partidos con cuatro cambios y utilizar su ficha de 'jugador'. Sea como sea, el Lega vive y respira. Tiene pulso y mucha rabia. Se vio en De Lerma, que marcó un golazo, y también en Marco Navas, metido en el jaleo del lateral derecho, el cual solventó con primor. Todo sonaba bien este domingo, hasta los cabezazos de Mario, henchido por la capitanía que aprieta su brazo, y doctor de la tranquilidad con el 0-2.
Pero hubo tiempo para pelearse con el reloj, idiosincrasia blanquiazul en toda regla. Una jugada de Aguirre disminuyó la desventaja toledana para darle épica al esfuerzo pepinero. El 45 se hizo de rogar, pero la campana sonó a tiempo. Para mí sonaban de fondo esos acordes de guitarra que despertaban poco a poco al Lega. La victoria no saca de los puestos de descenso al equipo, pero le mantiene con los ojos abiertos, a un único punto de la salvación y a seis de firmarla ante notario. Yo no imagino otro final para este Leganés que "ya tiene otra intensidad". Hay sonrisas, ganas de sacarlo adelante y un único pensamiento: el Celta B. Les veo en Butarque.
Fotos: Vanesa Corchado/CD Leganés.
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